domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Éramos tan felices?

Ayer tuve la alegría y sentí la emoción de conocer una página web llamada dearphotograph.com.






Empecé a mirar cada foto sin leer los epígrafes y me pareció, en principio, un experimento interesante y divertido... Simplemente eso... Hasta que empecé a leer lo que la gente escribía debajo de cada foto, y no pude evitar contener algunas lágrimas.


Lo que la gente hace es poner una foto impresa de hace mucho tiempo y ubicarla en el exacto punto sobre el "lienzo" actual de ese lugar en cuestión. Con lo que queda la foto antigua y "de fondo", el cómo se encuentra a día de hoy esa casa, paisaje o lo que sea. 


Pero, mucho más allá de un experimento divertido, lo que podemos notar es que las palabras que emplean las personas que han hecho esas fotos son absolutamente melancólicas. Paseando a un perrito que ya murió, el abuelo que nos decía de apagar la tele para salir a caminar/pasear, nuestra mamá que, pasados los años, nos sigue mirando con su misma expresión...


¿Por qué será que tendemos a pensar que todo tiempo pasado fue mejor? O, quizás, me pregunto, ¿De verdad éramos tan felices?


Por supuesto que cada persona es un mundo y tiene una historia. Personalmente, creo que tras una infancia que podemos llamar feliz, preferiría olvidar la adolescencia y primera juventud, y me quedo con mi situación actual. Y de hecho, si vemos la mayoría de las fotos publicadas en esta página, comprobaremos que casi todas son de cuando los protagonistas eran niños pequeños.


Creo que es normal el "pensaba yo con  nostalgia de la inocencia de aquellos años" (como canta Carlos Vives en "Carito"), respecto a nuestra niñez, pero, realmente, pienso que hay "algo más": los tiempos han cambiado. Así como nuestros padres recuerdan cuando jugaban a las bolitas y salían a la calle sin miedos, nuestra generación (nacida en los `80) recuerda aquellos juegos de mesa, aquellas casitas preparadas con sillas y frazadas, aquellos juegos con los primos en el patio, en los que teníamos que emplear toda nuestra imaginación; al igual que recordamos series de TV como "Heidi", "Los Pitufos" o "Los Cariñositos" y no podemos entender acerca de ciertos dibujos animados estrambóticos que se ven hoy en día.


Hoy vemos que lo "normal" o mejor dicho, lo "común" es ver a niñas de 10 u 11 años vestidas como adultas, pegadas al teléfono celular, y los niños con los videojuegos durante horas. Hasta diría que me alivia ver a niños en bicicletas o jugando en las aceras, porque creo que ya no es lo más frecuente.


¿Será que cada nueva generación sentirá siempre esa nostalgia de la época de su niñez, en la que todo era mejor que en la actual? ¿O será que, realmente, los tiempos han cambiado y se ha perdido gran parte de la inocencia?


¿Será que, más que nunca, la imagen, el dinero o el poder pesan tanto, que vivimos en pos de conseguirlos, para después darnos cuenta de que no es lo que nos hace realmente felices?


Está claro que todos queremos "vivir bien", pero más de un estudio demuestra que, a partir de cierto nivel económico, "más dinero" no equivale a más felicidad, sino todo lo contrario. Y al final va a ser cierto aquello de que la felicidad está en las pequeñas (grandes) cosas... Y por eso recordamos con tanta nostalgia a nuestros abuelos y sus pequeños gestos, a una mascota, a una muñeca...


Las palabras que más me conmovieron fueron las que acompañan la foto de un hombre con sus dos hijos pequeños, vistiendo todos de manera sencilla, que dicen:


We had nothing, but you gave me everything. Thank you for


 your never ending love. I love you Dad.






Pocas veces leí algo tan simple pero que lo dijera todo. Una familia sencilla, sin lujos, y sin embargo, se nota que el padre crió con tanto amor a sus hijos, que es eso lo que ellos recuerdan... No las "carencias" económicas que pudieron haber, sino al contrario, el "amor" que llenó sus vidas en aquel momento, y les marcó de forma positiva, para el resto de sus vidas... En definitiva: Lo que realmente importa.


De hecho, casualmente en un reportaje de Psicología de "El País" de hoy, me encuentro con la siguiente reflexión:


‎"Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que
no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan" 


(Emile Henri Gauvreay)


Será por eso que, al final, los seres humanos rescatamos esas viejas fotos cargadas de sentimiento, las ponemos junto al paisaje actual, en un ejercicio de comparación entre el ayer y el hoy, y no podemos evitar una lágrima... Incluso, si estamos viendo historias de personas que ni siquiera conocemos. ¿Por qué? Porque nos identificamos con esos(as) niños(as) que ya han crecido, que han visto cuánto duele, a veces, esta vida, y por eso recuerdan esas épocas de felicidad auténtica, que consistía en, simplemente, vivir ese momento puntual, sin pensar en gastos, en mentiras ni en falsedades... Simplemente, vivíamos el día, reíamos mucho, saltábamos, corríamos, inventábamos, creábamos... Sentíamos el amor de un padre, de un abuelo, y el día se terminaba al ir a dormir con nuestro peluche favorito. 


Quizás, sí... Sí es verdad que éramos tan felices como lo recordamos.